Por: Julio César Chávez
Recuerdo con especial agrado la llegada a este mundo (a través de un parto programado) hace 19 años, de Liliana, mi hija mayor. Tuvo su primer contacto con el exterior en busca de su madre y en busca de alimento (todavía no se si por hambre), el instinto del hombre se puso otra vez de manifiesto. La vi por primera vez a través de una ventana de vidrio: estaba dormida en una incubadora. Hasta ese momento no sabía si era niño o niña. Me permitieron acercarme a mi esposa que todavía estaba sedada y me dijo: Fue niña…ese fue el inicio del trato afectivo entre nosotros y nuestra hija.
Aparte de ser padre (hoy día de dos hermosas mujeres), también soy profesor…educador dirían otros. Tengo la responsabilidad de enseñar a mis alumnos sobre el mundo de la Matemática y la Física. Además, el reto de colaborar con los padres en la formación de sus hijos y la obligación de participar en la educación de mis hijas.
El propósito del desarrollo de la afectividad y la sexualidad es fortalecer los aspectos emocionales, físicos y mentales del ser humano.
Según José Alcázar, “La sexualidad es un componente claramente determinante de la personalidad. Determina al sujeto a ser persona masculina o femenina”.
Cuando nos referimos a la afectividad del hombre o de la mujer, sabemos que son complementarios y distintos en todo aspecto.
Tomando en cuenta que su afectividad es más intensa, la mujer es la principal protagonista del afecto por excelencia: “el amor humano”.
En mi trabajo
Sexo y sexualidad son completamente diferentes, la primera es una actividad instintiva, mientras que la sexualidad es más profunda, involucra la dignidad, el espíritu, la persona.
Es importante reconocer que nadie nace amando y que se aprende a amar aun desde el mismo momento de la concepción, luego cada individuo manifiesta la sexualidad según la etapa de la vida, la cultura y el género.
Este es un artículo que escribió el Prof. Julio César Chávez) del Colegio Lamatepec), del Diplomado Edición especial para APCE . Agradecemos su colaboración.
ResponderEliminarMagdalena de Fernández